sábado, 17 de octubre de 2015

Sientes eso.

¿Sientes eso? Es el peso de mis recuerdos sobre tu pecho.
No te preocupes, el tiempo es el mejor maestro para volver a aprender a respirar.
Durará algunos días, tal vez alguna que otra semana, en donde tus latidos tendrán el antojo de pensarme.
A ratos lateran sobre aquel día en el que dormimos abrazados, incluso se atreverán a tararearte la canción que te cantaba bajo aquel ukelele desafinado.
Son latidos caprichosos y masoquistas que buscan instalarse en algún lugar de ti.

¿Sientes eso? Es mi olor, que ha llegado a ti de pasada al cruzarte con aquel extraño.
Préstale atención aunque solo sea un momento, o ignóralo como actuaste ignorar mi despedida.
Cuando los recuerdos te reclamen, tal vez en una de esas noches en la que no puedas dormir, recuérdales que por ellos hice todo lo que pude.
En los peores momentos, en esos en los que mi piel se hacía cristal, sonreír se convertía en un acto de valentía.
Ellos lo saben, pero tu cuéntales de nuevo. Diles de mi parte que lo nuestro fue fugaz, como la mayoría de las historias que se consumen por la intensidad.

Aunque no lo parezca seguiré respirando por algún lugar de la ciudad, tal vez con la ligera fantasía de que vendrás a buscarme. Tu tranquilo, intentaré ignorarla cuando aparezca incesante a ilusionarme.
Quedarse a esperar nunca fue la mejor opción, por mucho que mi interior me grite que lo haga.
Yo seguiré, con mi rumbo tan poco exacto y mi exceso de imaginación en la mochila. Yo y mi extraña manía de escribirte, tu y tus ganas de mirar hacía delante sin ver que alguien como yo nunca pudo seguirte.

¿Sientes eso?



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